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20 feb 2009

Nueva esperanza contra enfermedad de Chagas

[Perú] La enfermedad de Chagas pertenece a la categoría de "enfermedades olvidadas", a pesar de que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) la considera la cuarta causa de mortalidad en América Latina.

Se estima que entre 15 y 17 millones de personas están infectadas y otras 700.000 contraen el mal cada año en esta región. Anualmente mueren entre 45.000 y 25.000 infectados. La mayoría de las víctimas son mujeres y niños. Es una enfermedad que ataca principalmente a los más pobres, sobre todo a los de las zonas rurales.

Sin embargo, una investigación realizada en el sur del Perú abre nuevas esperanzas para disminuir la propagación del insecto vector, cuyo nombre varía en los diferentes países donde esta enfermedad es endémica: vinchuca, chinche gaucha, chipo, chirimacha (nombre científico: triatoma infestans), un chupa sangre que invade los hogares construidos con materiales rústicos y que por las noches sale de sus escondrijos para picar a sus víctimas e inocularles el tripanosoma cruzi, un parásito mortal.

Según la investigación desarrollada por un equipo de médicos peruanos y estadounidenses, el uso de mosquiteros previamente impregnados con insecticidas en los corrales de los animales domésticos evita que los insectos adultos o en fases tardías de crecimiento del T. infestans atraviesen dichas mallas, con lo cual se retarda la propagación del insecto vector, convirtiendo a esta técnica en una herramienta asequible para controlar la propagación de la enfermedad.

Los insecticidas usados en las mallas son aquellos recomendados por la OPS, que han demostrado ser útiles en la erradicación del vector e inocuos para el ser humano.

Los resultados de la investigación fueron publicados en la edición de octubre de The American Journal of Tropical Medicine and Hygiene, de Estados Unidos. El estudio se realizó en un poblado pobre de Arequipa, sur del Perú, una región con alta tasa de infestación de la enfermedad. Según estadísticas oficiales, aproximadamente el 4,8 por ciento de escolares de las barriadas arequipeñas están afectados por la enfermedad.

La alta tasa de infestación se explica por los precarios materiales de construcción usados en las viviendas, generalmente barro, arcilla y esteras, y por la extendida crianza de animales domésticos, que pululan incluso en los ambientes de la casa, entre ellos, el cuy (Cavia porcellus), un reservorio natural del vector.

El cuy, especie de mamífero de la familia de los roedores, es también conocido por ser un conejillo de Indias.

Los cuyes son muy apreciados por los pobladores de las zonas andinas del Perú, que los usan como alimento y para venta, lo cual les permite obtener efectivo rápidamente.

Michael Z. Levy, becario posdoctoral del Centro Internacional Fogarty de Maryland, Estados Unidos, y líder de la investigación, explicó a SEMlac, a través de un correo electrónico, en qué consistió la investigación: "pusimos cuyes en jaulas con mallas impregnadas con insecticidas y mallas sin este producto para medir la tasa de infestación por T. infestans en unas y otras", relató.

De acuerdo con Levy, las mallas tratadas con insecticida tuvieron cinco veces menos infestación con T. infestans que las jaulas con mallas sin insecticida. Los investigadores comprobaron que sólo las ninfas más pequeñas del insecto fueron capaces de atravesar las mallas. Según Levy, existen pocas probabilidades de que las ninfas puedan transmitir la enfermedad debido a que, por lo general, no están infectadas con el parásito tripanosoma cruzi.

"Presumiblemente, los insectos más grandes (que sí son portadores del parásito), fueron menos capaces de pasar a través o debajo de la malla", escribieron los autores. Y también: "Tomando en cuenta las diferencias en la estructura de la población de los insectos capturados en los enmallados, calculamos que las mallas disminuyeron la tasa de reproducción del T. infestans en 10 veces".

Esta es la primera vez que se evalúa el uso de mosquiteros tratados previamente con insecticida para prevenir la infestación del vector de la enfermedad de Chagas. Sin embargo, esta misma técnica ha resultado exitosa en el control de la malaria y de la leishmaniasis o uta.

Levy no ocultó su optimismo sobre la utilidad de esta técnica para retardar la propagación del mal de Chagas, aunque se mostró cauto en cuanto a ponerlo en práctica en otros ambientes fuera de los corrales.

"Pienso que los mosquiteros impregnados con insecticidas para resguardar las camas, o para proteger las paredes son potencialmente buenas intervenciones para controlar la enfermedad, sin embargo se requieren más estudios antes de recomendarlos a la población o pedir a los programas de control invertir en ellos", puntualizó.

Asimismo advirtió que las mallas no han sido pensadas para reemplazar la aplicación directa de insecticidas -que ha demostrado ser un buen mecanismo de control en muchas de las poblaciones afectadas en América Latina- sino como una medida adicional que podría ayudar a eliminar los insectos que pululan en los corrales de animales domésticos y logran escapar del radio de acción de dichos productos.

La enfermedad de Chagas ataca al sistema nervioso, al digestivo y al corazón y en los casos crónicos puede ocasionar demencia. Los especialistas estiman que alrededor del 40 por ciento de pobladores portadores del T. cruzi son enfermos crónicos y presentan síntomas difusos que al comienzo no son relacionados con la enfermedad porque éstos aparecen años e incluso décadas después de la inoculación del parásito, lo que añade un costo adicional a la detección y tratamiento de este mal.

Este padecimiento está distribuido desde el sur de los Estados Unidos hasta Argentina y Chile, aunque en Argentina y Uruguay está casi extinto. De acuerdo con algunos informes, en Estados Unidos está aumentando debido a la presencia de pobladores migrantes de Latinoamérica que son portadores crónicos. Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente el 25 por ciento de la población de América Latina está en riesgo de contraer esta enfermedad.

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