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20 feb 2009

El cambio climático propaga las exóticas epidemias del tercer mundo

[Venezuela] Nunca han sabido diferenciar entre una cosa y otra, pero como producto del calentamiento global y el incremento de las temperaturas en el planeta, los vectores transmisores de la enfermedad de Chagas en nuestro continente están aplicando aquella máxima científica de la supervivencia del más apto y están emigrando hacia las zonas que les ofrecen mejores condiciones climáticas.

Esto, más allá de lucir como un simple capricho adaptativo de los chinches, podría suponer la propagación de la enfermedad hasta zonas urbanas que no son habituales espacios endémicos, según lo afirmaron diferentes expertos congregados en el Foro Internacional de Eco Salud 2008, que se lleva a cabo en la ciudad mexicana de Mérida.

El mismo hecho del cambio de domiciliación del vector también supone que la enfermedad, que tradicionalmente ha afectado a los habitantes de las zonas rurales y más desposeídas, ya no se circunscriba a estos espacios y traspase las barreras de las clases sociales. Un ejemplo de ello lo tuvimos recientemente en Venezuela, cuando urbanizaciones de las clases medias de la ciudad capital fueron visitadas por el llamado chipo que generó una alarma colectiva entre la población citadina a principios del año 2008.

Precisamente, es el mal de chagas una de esas enfermedades catalogadas actualmente como "reemergentes" en el contexto de un planeta más caliente, entre las que también se encuentran el dengue y más de 100 tipos de zoonosis que se transmiten por el contacto entre el hombre con animales, incluso aquellos domesticados.

Eventos naturales que también refuerzan su potencial destructivo por el cambio climático -como los huracanes y alteraciones en los ciclos de precipitación- están incidiendo en la distribución de estos vectores y su migración hacia sitios a los que no pertenecían antes como huéspedes. Tal es el caso del Aedes aegipty -mosquito transmisor del dengue- que ya se ha llegado hasta los Estados Unidos, luego de resistirse por años a la erradicación en buena parte de los países de nuestro continente.

La respuesta de la ciencia no se está haciendo esperar, aunque habría que evaluar hasta qué punto nuestros Estados están dispuestos a desembolsar mayor cantidad de recursos para enfrentar epidemias más agresivas o lo que sería lo ideal aún, para prevenirlas ¿Será posible teniendo como marco el derrumbe de la economía mundial?¿Sufrirá nuevamente la investigación y aplicación científica la marginación ante la "emergencia monetaria" y la radicalización de las crisis políticas y sociales que ya son el pan nuestro de todos los días en el hemisferio?

Lo que bien ya conocemos por la experiencia acumulada es que no hay progreso social pensable sin un avance científico que se traduzca en beneficios directos para los sectores sociales más perjudicados y lo que es más importante aún desde este concepto integrador de la EcoSalud, que involucre la participación activa de las comunidades. Es vital instruirlas a mejorar las relaciones con su medio ambiente y así influir en un incremento en su calidad de vida.

El planeta está en deadline y lo reclama.

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