Una nueva investigación comprobó que cuando este insecto vive en temperaturas de 30° centígrados, acorta entre 20 y 25 por ciento su ciclo de desarrollo. Actualmente, demora entre 9 y 10 meses pasar de la fase de incubación en el huevo hasta adulto. Habitualmente el Rhodnius prolixus vive entre los 25° y los 28° centígrados, aunque ocasionalmente se ha reportado su presencia en ecosistemas entre los 16° y 34° C.
“Nuestros resultados evidencian una aceleración del proceso biológico del Rhodnius prolixus en altas temperaturas y eso se traduce en que habrá una mayor cantidad de insectos para transmitir la enfermedad de Chagas en el futuro”.
“Nuestros resultados evidencian una aceleración del proceso biológico del Rhodnius prolixuscon altas temperaturas y eso se traduce en que habrá una mayor cantidad de insectos para transmitir la enfermedad de Chagas en el futuro”, explicó a SciDev.Net, Felipe Guhl, investigador de la Universidad de los Andes de Colombia, y autor principal del artículo publicado en Plos Neglected Tropical Diseases.
Guhl recalca que existe mucha literatura sobre los efectos de la temperatura sobre el dengue, lo que no ocurría en el caso de Chagas.
Actualmente, esta enfermedad —también conocida como tripanosomiasis americana—afecta a unos 7 millones de personas en América Latina. Fiebre, náuseas, edema facial y dolores musculares son los primeros síntomas de este padecimiento, que a largo plazo causa insuficiencia cardíaca.
Mayor riesgo
Para medir el efecto de temperaturas diferentes sobre el ciclo de vida del insecto, los investigadores colocaron ejemplares de Rhodnius prolixus capturados en las palmas reales en Maní, Casanare, Colombia en incubadoras a 26°, 28° y 30° C, todos a una humedad relativa de 80 por ciento para replicar las condiciones en que estos insectos viven en el medio silvestre.
El estudio siguió las variables del ciclo de vida, tasa de fertilidad y fecundidad de los insectos, además del desarrollo dentro de ellos de las formas infectantes del Trypanosoma cruzi, el parásito causante de la enfermedad de Chagas.
El resultado más categórico fue un aumento de la fecundidad del insecto y un incremento en el número de las formas infectantes del parásito con la temperatura más alta (30° C), frente a los grupos que se desarrollaban a 26° y 28° C.
“No sabemos cómo se adaptan ahora estos insectos a los cambios de temperatura en el medio silvestre. Pero lo importante también es cómo se adapta a ese cambio global toda la fauna y los mamíferos que les proveen sustento, porque en la medida en que estos insectos no consigan la sangre que es su alimento, se desplazarán a otros lugares, muy probablemente más cerca del hombre”, advirtió a SciDev.Net, Leidi Herrera, profesora del Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Universidad Central de Venezuela, quien no participó en la investigación.
Los roedores, murciélagos, cobayos, armadillos y otros mamíferos forman parte de las fuentes de alimentación sanguínea para estos insectos en su hábitat natural. Todos estos animales también están expuestos a nuevos retos biológicos a medida que aumenta la temperatura global y sus hábitats son intervenidos, cada vez más, por los humanos.
“En Colombia tenemos ahora alrededor de medio millón de hectáreas con palma africana (de aceite), que es un nuevo ecosistema para estos insectos. Su nuez grande atrae a una enorme cantidad de roedores y hemos encontrado una colonización de Rhodnius prolixus cercana a 40 por ciento, pero a esto no se le ha dado la atención suficiente” agregó Guhl.
Los sembradíos de palma africana conllevan, además, una tasa de deforestación de los bosques tropicales en Colombia que facilita también el aumento de la temperatura en las zonas aledañas. Un ambiente perfecto, como se sabe ahora, para que el vector de la enfermedad de Chagas pueda reproducirse más rápido.
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